D. Alejandro Hermida
Atrio, falleció el día 9 de septiembre del 2018 en su Parroquia de
los Santos Apostóles de Santiago de Chile.
Nace en Santabaya de
Anfeóz el 3 de Abril 1037, se forma en el Seminario de Ourense
junto a su hermano D. Benito Hermida. Con espíritu aventurero y
valentía propia de las gentes de esta tierra, responde generosamente
a la llamada que hace la Iglesia de España para enviar misioneros a
Latinoamérica (OCSHA) Era el año 1965.
Aterriza en Chile donde
su primera misión es la parroquia de Nuestra Señora de las
Américas. Allí se entrega a su labor misionera durante 37 años:
construye templo, crea comunidades, anima vidas y es apóstol fiel
del Evangelio. En el año 2001 es enviado a la parroquia de Renca,
allá donde acaba la ciudad de Santiago por el norponiente. Su casa,
entonces, un simple contenedor.
Alegre, generoso, siempre
listo, con el temple evangélico de aquellos que saben que sólo
sirviendo se gana.
En abril del año 2012,
celebró junto a sus compañeros de curso las Bodas de Oro
Sacerdotales, tuvimos la suerte de compartir con el, su familia y
amigos esta fiesta, que fué una acción de gracias a Dios por su
vocación, donde manifestó lo feliz que era entregando su vida al
anuncio del Evangelio, al lado de los más pobres.
Con este motivo el 9 de
marzo 2012 en el Festival de la Canción Misionera le entregamos el
premio “Aurelio Grande”, como reconocimiento a su entrega, el
pergamino que escribió D. Luis Rguez Álvarez, terminaba con estas
palabras:
"Por ser sembrador y
simiente a la vez, arado y surco y horizonte en el erial del Reino de
Dios; por vivir apasionadamente la “locura del Evangelio” en las
tierras chilenas.
Por sus 50 años de
sacerdote, por ser “pregoeiro incansable da Boa Nova e por ter por
caxato no camino da vida a Palabra Viva de Xesús”.
La casualidad quiso que
este mes de agosto el seminarista José M. Heras haya compartido con
D.Alejandro su último mes de vida en su Parroquia de Los Santos
Apóstoles y nos decia que :” Doy las gracias al Padre
Alejandro, por haberme acogido por un mes en su casa. Un Sacerdote
vivo y despierto, con un amor tremendo por Dios, entregado a su
ministerio. Un pobre con los pobres, y eso me ha llenado mucho, me ha
ayudado a crecer como persona y en el camino de la fe”.
Por todo esto damos
gracias al Dios de la VIDA. D.E.P.
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