5/10/2021

Medalla a nuestra querida Josefa de Misiones



El pasado 8 de mayo ha tenido lugar la imposición de la medalla “Pro Ecclesia et Pontifice” que el Santo Padre le ha concedido a nuestra querida Josefa. Se trata de la mayor distinción de la Iglesia a un laico, por toda una vida de servicio, en gran parte oculto, a la misión y a los misioneros.

El acto tuvo lugar en el Seminario Mayor de Ourense, presidido por Mons. Leonardo Lemos, Obispo de Ourense, Mons. Francisco J. Prieto Fernández, Obispo auxiliar de Santiago de Compostela, vinculado a la Delegación de Misiones de Orense de la que fue coordinador como Vicario para la Nueva Evangelización hasta el pasado mes de abril, y D. Alberto Diéguez Mosquera, Delegado Episcopal de la Delegación de Misiones de Ourense.
La asistencia fue reducida por motivos de aforo, por lo que se dio prioridad a la familia de Josefa, a su esposo Eliseo, sus hijos y nietos, así como a aquellas personas vinculadas a la Delegación, desde los trabajadores, voluntarios y amigos.

Josefa Ledo López


Josefa Ledo López, nace en Santa Eufemia de Ambía, ayuntamiento de Baños de Molgas, el 23 de diciembre de 1955. Hija primogénita de José y María, es la mayor de sus dos hermanos: Manuela y José Manuel.

Sus primeros años transcurren en el pueblo. Luego su padre emigra a Alemania y a los pocos meses toda la familia le acompaña. Josefa vive pocos años allí, los suficientes para terminar sus estudios primarios. Ingresa en el colegio Divina Pastora, Franciscanas, en la ciudad de Ourense, como alumna interna. En la adolescencia se convierte en una niña ilusionada con las misiones.

En su etapa adulta hay cuatro momentos fundamentales siempre en torno a la Misión ad gentes, que la configuró en todo momento.

1. Comienza en el grupo de muchachos de la CMDE (Comunidad Misionera de Estudiantes) en torno a Don Aurelio, un hombre que marcó un hito en el servicio a la Misión. Muy pronto le ofrece el trabajo de ser Secretaria de Obras Misionales Pontificias y de la Delegación de Misiones que en ese momento era un constante ir y venir de jóvenes. Don Aurelio cuidaba con esmero su formación humana y espiritual en un ambiente festivo y de gran optimismo.

Ahí conoce al que sería su esposo Eliseo Garrido, con el que forma una familia: se casan en agosto de 1978 y tienen cuatro hijos: Ruth, Pablo, María y Ángela, que son alegría de sus padres.

Y entre tanto, campañas misioneras, visitas a escuelas y pueblos y, como guinda, los FESTIVALES DE LA CANCIÓN MISIONERA de gran impacto popular y muchísimo trabajo entre bambalinas, en los que la tarea de Josefa era crucial.

Con el paso de los años la CMDE fue perdiendo representación, pero muchos de aquellos jóvenes conservan amistad y algunos un fuerte compromiso cristiano y misionero.

2. Con el paso de los años D. Aurelio decide jubilarse. Es un momento de transición, que se acelera con su fallecimiento. Josefa asume buena parte del peso de la Delegación. Ella es la que conoce mejor que nadie su funcionamiento y a los misioneros. Su papel se agranda. El nuevo Delegado, misionero retornado y de parecida edad a la de Josefa, es más compañero que director a la hora de emprender tareas.

3. Esta etapa se interrumpe con el retorno a la Misión ad gentes del Delegado. Es nombrado otro Delegado, a la espera de acontecimientos. En esta etapa el rostro oficial de la Delegación es un joven sacerdote, pero el papel de Josefa es absolutamente determinante. Así lo reconocen incluso los medios de comunicación que la buscan insistentemente. En ese momento es ya abuela de Hugo, Manuel y Laura y matriarca de la Delegación. Absolutamente punto de referencia incuestionable.


4. En sus últimos meses como trabajadora de la Delegación acompaña la llegada de un nuevo Delegado y la formación de la que es su sustituta como secretaria en las Obras Misionales Pontificias de Ourense. Se jubila y, con una nueva nieta en camino, sigue acercándose cuando sus ocupaciones se lo permiten, a colaborar como voluntaria, ayudar, ser y estar en el que siempre será su hogar.

Y siempre fue “el rostro de Misiones”. 45 años continuados estando y sirviendo a disposición de los misioneros. Rostro siempre amable, aunque la vida le deparase, entre las cosas buenas, algunos sufrimientos. Oficina de acogida en la Casa Grande del Obispado. Lugar al que siempre hay que llegar, aunque solo sea para saludar o pedir cualquier tipo de servicio. Y Josefa ofreciendo materiales, animando a personas… JOSEFA, LA DE MISIONES.

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